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¿La rutina para crear es libertad?

Por Priscila Salazar


Siempre he querido ser escritora. Mi problema es que soy como una surfista temblorosa que intenta ponerse de pie sobre su tabla, y aunque hay temporadas en las que logro escribir con constancia, por lo general vivo chapoteando entre olas de trabajo y ocupaciones diarias que me zambullen una y otra vez, impidiéndome alcanzar el equilibrio para surfear en mi escritura.


La conversación de nuestra última tertulia me ayudó a identificar algunas ideas erróneas que he creído y, sobre todo, vi con claridad qué hábitos puedo modificar en mi rutina diaria para, algún día no muy lejano, tener bien puestas las dos plantas sobre mi tabla y erguirme con determinación.


La tertulia


Como siempre, hablamos de muchos temas entrelazados, pero el más relevante para mí fue el asunto de la disciplina para ser creativos. Derribamos el mito de que la creatividad es algo nato que se tiene o no, o algo místico que puede que te llegue o no, sino que se cultiva como cualquier disciplina; de hecho, cuando le ponemos ciertos límites, esta surge con más fuerza.


Aquí tienes el video de la tertulia, por si no lo has visto:


Pulsa en la imagen para ir al video

Néstor nos compartió lo que dicen algunos estudios superinteresantes que apoyan esta idea de que mientras más límites haya, más creativos somos. Y nos pasó este video. Te recomiendo mucho que lo veas con calma. Yo lo tuve que ver como tres veces para entenderlo bien y hacer anotaciones.


La creatividad es un modo de operar. Se parece mucho al juego. El juego implica un tiempo y una duración determinadas. Si se sale de esos límites, entonces deja de ser juego. Mientras mejor conozcas las reglas y las domines, mejor sabes jugar y más te diviertes. El límite de tiempo y espacio crea un ambiente propicio para que la creatividad germine.


Y estoy completamente de acuerdo.


Cuando escribí mi primer libro (bueno, el único) tenía tres niños menores de 6 años que dependían de mi cuidado 24/7. Durante el día pensaba en el libro e iba anotando ideas por aquí y por allá, pero no tenía oportunidad de escribir bien hasta que los niños estaban dormidos: muy tarde en la noche o muy tempranito en la mañana, con el bebé juntito de mí para que al sentirme cerca durara más tiempo dormido, y yo con el teclado en las piernas. Me tomó dos años terminar el libro.

Ahora, cuando miro hacia atrás, me pregunto cómo lo hice. Ahora que ya no tengo tres criaturitas dependientes y que tengo un espacio cómodo especialmente dedicado para mí, es cuando más he puesto objeciones y pretextos. Probablemente todas esas limitaciones eran lo que me obligaba a ser productiva: a optimizar los escasos diez o quince minutos que tenía disponibles en cada sesión.


La inspiración


Después de la tertulia me sentí especialmente inspirada. Justo ahora estoy en un momento de tomar decisiones y de enfocarme en lo que quiero ser, en cómo me quiero formar. Sé que quiero ser escritora, pero hasta ahora no he dado pasos concretos para que ese deseo se vea reflejado en mis prioridades y en mi estilo de vida. Siempre tengo una traducción que entregar, un curso que crear, un proyecto que dirigir… y mi escritura queda en último lugar.

Es cierto que mientras la escritura no sea una fuente de ingresos suficiente, siempre tendremos que estar buscando actividades periféricas que nos den libertad económica. La mayoría de los grandes escritores tenían un trabajo de ocho horas y el resto del tiempo lo dedicaban a escribir. No puedo vivir esperando que llegue el momento en que estaré completamente libre para escribir, sino que tengo que hacerme a la idea de que esta es mi realidad y en esta realidad soy yo la que tiene que ordenar prioridades, crear el espacio, el tiempo y el hábito para que las cosas sucedan.


Algunos de mis compañeros contaron que acostumbran escribir todos los días un rato en la mañana antes de empezar su trabajo, y pensé que ese sería un buen hábito para adoptar. Me gusta la idea de darle a tu escritura un lugar prioritario en tu día. Saber que de tales a tales horas vas a escribir, buscar elementos de inspiración –como música, una bebida caliente o un difusor con aceites esenciales– y evitar todo tipo de distracción –como no tener hambre, sed o frío y cerrar todas tus aplicaciones– hace que poco a poco tu cuerpo y mente se vayan habituando al ritual y entren cada vez más rápido en el mood de crear.


Después de la sesión estuve pensando y decidí reorganizar mi horario para dedicar dos horas diarias a la escritura antes de empezar a trabajar. Es una decisión descabellada y difícil, porque (afortunadamente) tengo mucho trabajo. En medio de todo lo que tengo que hacer y entregar, me cuesta mucho pensar en robarme dos horas completas de mi agenda para dedicarlas a escribir. Pero quiero hacerlo. Quiero echar mano de la disciplina para darle a mi actividad la importancia que se merece.


Cómo ha ido todo


Han pasado tres semanas desde que tuvimos la tertulia y no ha sido tan fácil como yo esperaba.


En especial, dos hechos llamaron mi atención:

El primero, que logré respetar mi rutina dos o tres días pero luego volví a empezar mi día con pendientes de trabajo. Y el segundo, que a los veinte o treinta minutos de mi tiempo de escritura, empecé a sentirme inquieta, cansada y buscando distracciones.


Pienso que todo esto se debe a que no estoy acostumbrada a tener ese espacio dedicado completamente a mi escritura: mi cerebro no está acostumbrado a dedicarse durante un tiempo largo a resolver problemas narrativos. Es mucho menos doloroso hacer tareas simples como responder un correo o ir a revisar la lavadora.

Por otro lado, es difícil no dejarme llevar por lo urgente. Sobre todo ahora que estoy trabajando en un proyecto con unas fechas de entrega muy apretadas que me están obligando a ir contrarreloj, la culpabilidad de estar dedicando tiempo a jugar con mi escritura en vez de ponerme a trabajar es muy fuerte. Y para rematar, esta semana tuvimos algunas actividades fuera de lo habitual en mi familia y eso me trastocó todo lo demás. Tuve que dedicar tiempo extra a recuperar el tiempo perdido.


No obstante, yo sigo dispuesta y deseosa de crear esa rutina diaria de escritura para mí, antes de empezar a trabajar, y cada día voy a seguir intentándolo.


Conclusiones finales 


Creo que la diferencia de este fracaso en comparación con otros anteriores es que ahora soy consciente de lo que está sucediendo en mi cabeza. En otras ocasiones tendía a pensar: «No puedo escribir», «Quizás no sirvo para esto», «Mejor debería dedicarme a otra cosa». Ahora sé que es parte normal del proceso y lo único que tengo que hacer es mantenerme constante y disciplinada. No se trata de inspiración o de talento, sino de cultivar una disciplina como cualquier otra.

Y, para ello, también es importante hacer ajustes. En vez de pretender dedicar dos horas como había pensado al principio, voy a comenzar con una hora. Dependiendo de mi ritmo, ese tiempo quizás irá incrementando. Y cuando haya eventos fuera de mi control, simplemente me daré el tiempo para recuperarme y, de nuevo, intentaré retomar la rutina las veces que sean necesarias, hasta que sea capaz de mantenerme erguida en mi tabla de surf. Y aun allí, sé que no estoy exenta de volver a caer.

Creo que caminar hacia tus sueños es un proceso circular, no lineal. A veces estás arriba y a veces estás abajo. En el camino uno va aprendiendo, y con cada nuevo aprendizaje va completando el puzle de su propio proceso.


Espero que esta pieza, que está viniendo a poner en su lugar tantas otras en mi vida, también sea de inspiración para ti.


¿Tú qué piensas sobre la disciplina en la creatividad? ¿Cuáles son tus hábitos de escritura? ¿Dedicas un tiempo cada día o prefieres dedicar días a la semana para hacerlo? ¿Tienes hábitos o rituales especiales que te ayudan a entrar en el mood de la escritura?

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